23 de diciembre de 2008

La sospecha

Bajaba por Obispo, camino al Instituto, como cada mañana, y un policía, en la esquina del hotel Ambos Mundos, me miraba sospechosamente. O sea, era sospechosa su mirada, y embargaba, además, cierta sospecha hacia mí. Traté de no mirarlo, porque no tenía deseos de tropezar con un policía. No es que hubiera otros días en que yo tuviera deseos de tropezar con un policía, pero esa mañana particularmente no tenía deseos porque justo a las 6, cuando soñaba, quizás, que recibía el Premio Nacional de Literatura, pasó un camión frente a mi casa fumigando contra los mosquitos.

Ni preguntarse porqué a esa hora, ni porqué un sábado, cuando supuestamente las personas normales descansan luego de una semana de trabajo, un camión fumigaba contra los mosquitos. Simplemente tuve que levantarme, porque el humo empezó a colarse por las hendijas debajo de la ventana y la atmósfera se tornó irrespirable. Eso me puso de mal humor. Me vestí y después de media hora, un buen tiempo comparado con otras mañanas, comencé a bajar por Obispo, y de pronto me descubrí casi al final de la calle, en la esquina de Mercaderes, frente a ese policía que me miraba como si mi foto estuviera pegada en las paredes con un cartel de "Se busca...".

Me pregunté qué precio pondrían a mi cabeza, y sonreí, y rápidamente escondí esa sonrisa porque el policía podría haber pensado que me burlaba de él. De modo que miré al suelo, a los adoquines gastados, y perdoné al policía que me miraba con cara de sospecha. Porque él no sabía que iba a mi trabajo. Porque él no sabía que yo soy escritor. Porque yo no tengo un cartel que lo anuncie. Porque simplemente soy negro y es sospechoso que camine tan temprano y tan despacio por la calle Obispo escuchando sospechosa música con sospechoso artefacto. Y me pregunté qué pasaría, con qué cara me miraría el agente del orden, si hubiera sabido que yo soy escritor. ¿Es que acaso el policía me miraba porque recuerdó haber visto mi cara en la televisión la noche anterior? Lo dudo. ¿Es acaso un escritor mejor que el ciudadano común? Pretenciosa idea, sobre todo cuando a mi mente llegó la imagen de ciertos amigos poetas que trabajaron durante mucho tiempo como veladores nocturnos, y recuerdé al que de noche era portero en un hotel, y al que estuvo preso por algún delito que no cometió, y al que se montó en una balsa y no tocó la otra orilla, y al que me encuentro en el mercado cada domingo comprando frutas, y a la que es jinetera, y al que deambula por las calles de La Habana vendiendo dulces. Y me di cuenta de que un escritor, en Cuba, es un tipo normal, un tipo sin mucho lustre a no ser que le hayan concedido el Premio Nacional de Literatura o le inviten a las ferias internacionales, o que, casualmente, se haya conectado con una editorial extranjera. En el primer caso, los hay bien merecidos, y lo mejor es ni soñar con tenerlo, porque eso significa, además del estipendio mensual, que la muerte te anda rondando. En el segundo caso, pues ya habrá quienes se encargarán de decir que estás vendiéndole tu obra a esas editoriales por tres kilos que son, en el mejor de los casos, diez veces más que lo que pueden pagar las editoriales nacionales.

Tuve la sospecha, en ese momento, de que bajar por Obispo a esa hora no es un delito, pero quién sabe. Ya otras veces me habían pedido identificación simplemente porque debo tener cara de maleante. A veces, en mis narraciones, he sido un maleante. He sido ladrón, violador, viejo verde, asesino, proxeneta. Pero sólo en mis narraciones. Y es posible que ese policía, igual que los demás, lo supiera, y quizás sabía que es difícil separar al autor de sus personajes, que siempre quedan rasgos de uno en ellos, que, al final, uno escribe sobre sus propias vivencias disfrazadas con un poco de ficción.

Tuve la sospecha de que era común, un tipo común, un negro común con cara de cualquier cosa menos de escritor. Es más, merecía que el policía me detuviera, y me pidiera los documentos, y me procesara por caminar tan temprano por Obispo, y me llamara ciudadano. Yo le hubiera dicho que no soy ciudadano, que soy poeta, que, un día, recibiré el Premio Nacional de Literatura, pero eso habría agravado mi situación, porque un poeta es un ser sospechoso, y un sospechoso es un tipo con cara de poeta, y a los policías, generalmente, no les gustan los tipos sospechosos, ni los poetas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bueno, Poeta, tenerte a la vista de nuevo y es bueno (y un alivio) que en Canadá sigas siendo sospechoso, por poeta. La ventaja (y por lo que brindo) es que los policías pasarán de largo aunque te pongas a orinar sobre la nieve y que no tendrás que contabilizar las etiquetas de cerveza para evitar "la multa" de los camareros.

Sigues siendo mi poeta y narrador favorito junto al Leza y al Carpen y sabes que, (salvo algunas excepciones, pecados de los míos) soy exigente con mis listas de cosas favoritas.

Al fin! Coj.. Al Fin!

Timmy

Eduardo Frias Etayo dijo...

Sospecho que hay algo de poeta en el poeta de la crónica.

Anónimo dijo...

Se te extraña mucho, en esta ¨fria y ruidosa habana ,en que de a poco ,ya somos menos.
Gracias, por el día en que me dejaste entar a tu mundo Poeta ...
Saludos,
Y mucha suerte , amigo.

Anónimo dijo...

Aunque lejos estemos tu yo, nuestro tiempo,,, te extraño,
Sigue escribiendo,sabes que em gusta tu prosa Negro!!!

besitos,
Vale.

MANO dijo...

Me gustaría intercambiar correspondencia. Mi e-mail es jovenes84 at gmail dot com
Mirta