12 de febrero de 2010

La inmortalidad

Para Milán Kundera la muerte y la inmortalidad van de la mano. Yo, que a ratos pienso en la muerte, más de una vez me he sentido impelido por las reflexiones de Kundera que tienen que ver con la inmortalidad, la fama, la trascendencia, o sea, dejar una huella. En la novela de Kundera, a Agnes se le aparece un individuo, un hombre extraño venido del más allá, de un lugar ignoto, y le pregunta si ella y Paul quieren estar juntos en la otra vida. Ella se siente amenazada por la presencia de Paul. Al final responde que no, que prefiere no volver a encontrarse con él, o más bien que "prefieren" no volver a encontrarse. Ese capítulo termina con una oración estremecedora: "Estas palabras son un como un portazo a la ilusión del amor". La ilusión del amor. Como si el amor no fuera más que eso, una ilusión. Y, en esa posible ilusión, el terror de la inmortalidad se acentúa ante la duda. Sin caer en las pretendidas banalidades (o sea, si hubieras hecho las cosas del mismo modo, si hubieras estudiado la misma carrera, si hubieras trabajado en lo mismo, si hubiera aprovechado las oportunidades que se te aparecieron por el camino) la duda a veces nos fortalece.

Así como la inmortalidad y la muerte, la duda y el arrepentimiento también van de la mano. Más de una vez perdí los estribos, más de una vez herí a personas que me querían, más de una vez traicioné, más de una vez metí la pata hasta la rodilla y después la saqué y la volví a meter hasta la cintura. Entonces, probablemente, esbozaría una lista inmensa de las cosas que hice y de las que podría arrepentirme ahora, una lista larga desde la Avenida del Puerto y que se extendería por todo Malecón y pasaría el túnel y seguiría por Quinta Avenida y probablemente llegaría hasta Santa Fe y un poco más allá. Pero si se me presentara alguna vez el personaje de la novela del gran Milán Kundera y me preguntara a quien quisiera ver en la otra vida, estoy seguro de que su nombre (que no escribo aquí por razones obvias) saltaría entre los primeros, si no el primero.

Ese amor es lo que me ha acercado un poco a la inmortalidad, a ese estado de no morir, o de vivir más allá de la muerte. Si un día, irremediablemente, me tuvieran que recordar por algo, si no quedara otro remedio y la inmortalidad fuera, más que una certeza, una condena, quisiera ser recordado por ese amor. Creo que eso es lo que me ha hecho grande, fuerte, valiente. Es lo que ha hecho que mis pasos no se pierdan en el vacío.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Poeta, tu trozo de inmortalidad , si es que la inmortalidad se mide así, en trozos, está garantizado.. más allá del amor y de los versos.....más allá del Ser.

Estoy orgulloso de tenerte cerca, aún en lo efímero de esta existencia.

José Luis dijo...

Osmany, porque esa última oración del personage de Kundera te haya hecho reflexionar tan profundamente sobre sobre el amor, la eternidad,te abre las puertas a la categoría de buen lector, que yo prefiero calificar de "rara avis", y me hace feliz considerarte entre mis amigos.